En defensa de los consensos políticos.



Nos hemos convertido en enemigos de lo que políticamente nos afecta, pero luchadores de las decisiones que nos benefician.

Andar en la política siempre tiene una motivación; trabajo, interés consanguíneo, pasión por la profesión, por alguna causa o simplemente querer cambiar a la ciudad donde vives por éste medio, que aunque es el más importante no siempre es el dispositivo motivante que acompaña a un ente político. 

En las discusiones, es normal que de repente choquen trenes ideológicos, que algunos coincidan por la afinidad de intereses o que otros por este mismo motivo se enfrasquen en contiendas políticas con quien refute sus opiniones.

A raíz de esto, habrá quien apele a la democracia, al respeto de las ideas y que la mayoría se imponga en una justa participativa sobre lo que debe ser.

Si bien es cierto que las democracias ayudan a legitimar una elección o una decisión, no siempre es la democracia el vehículo correcto para definir en un caso particular, a una persona o decisión que represente los intereses de todos los grupos. 

En la política, existen poderes fácticos que no pueden ser sometidos al voto por voto, a la mano alzada, a "lo que resulte". 

Poderes que tienen la responsabilidad de pedirles disculpas a la democracia para actuar en consecuencia y abrirle la puerta al abogado del diablo: Los consensos políticos. 

Los malditos consensos políticos que un día te benefician y a la vuelta de la esquina te perjudican, pero que siempre encuentran la salida a las discrepancias políticas, que en algún momento calma la avalancha de declaraciones de los poderes fácticos para darle a cada uno lo que se merecen, o bien lo que en ese momento les beneficia.

Como dije al principio, andar en la política siempre tiene una motivación, nadie dura picando piedra en una mina que sabe que no tiene oro.

Resulta a veces incongruente ver como alguien que ha escalado posiciones, que ha llevado consigo oro de la mina a sus arcas, de momento respinga de ésta metodología.

Si a algunos o algunas les duele las decisiones que resulten, justo deberían respingar cuando éstas también les  beneficien y no solo cuando sus intereses no se ven beneficiados.

Elegir en una mesa de negociación, no es un virus de la política como siempre se le ha querido estigmatizar, es un sistema milenario que ha ayudado la praxis a saber equilibrar la lucha de poderes.

Con temor a equivocarme, no existe persona que se dedique a la política y que de alguna manera no haya salido beneficiada con algún favor. En estos pequeños detalles se encuentra la creación de los poderes y la definición de los grupos que en algún momento van a consensar.

Ahora, si bien es cierto, que los consensos políticos pueden convertirse más rápido de lo que nos imaginamos en autocracias, o que un mismo grupo no quiera dejar el poder, esto no significa que el poder tenga que ser sometido a la suerte democrática o que ésta no sea una práctica legítima para hacer política.

También la democracia sufre de involuciones, como ejemplo tenemos a presidentes, gobernantes y políticos en puestos donde no se lo merecen o bien no benefician a todos los grupos de poder.

Habrá que replantearse entonces si abrimos el paso a nuevas formas de negociación, a la evolución de los consensos o a la democracia cuando esta tenga que ejercerse como en una elección electoral, por ejemplo.

Pero lo que no podemos permitir es escupir para arriba, desprestigiar la política o señalar un procedimiento del cual  en algún momento fuimos beneficiados.

Por eso, bien cabe la analogía de que quien ande en la política y este libre del pecado dedocrático, que tire la primera piedra.

Nos vemos en la próxima columna. 

Twitter: @MiguelVicenteR


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