EL PODER DEL DISCURSO

EL PODER DEL DISCURSO
Por Miguel Vicente

Los tiempos en política han cambiado, todavía hasta principios del siglo para muchas personas, escuchar las elocuentes participaciones de hombres y mujeres determinaba el calibre del político. 

A raíz de que la política cambiaba esto se fue terminando, la figura del prodigioso político que retumbaba auditorios con discursos y posicionamientos poco a poco comenzó a perder poder, el poder de la palabra se deterioraba a medida de que la figura del político como lo conocíamos también lo hacía. 

El fin del político moderno, llevó a que las personas dedicadas a este oficio tuvieran que humanizar su discurso, cambiar la estrategia y venderse como políticos alejados de aquellos que impresionaban con sus guayaberas, lentes oscuros y zapatos de charol, acompañados con una voz privilegiada como las que pocos tenían. 

Comenzó la era del político millenial, aquel que tiene que conectar con la ciudadanía no solo por la elocuencia de sus palabras, sino también por las redes sociales, su imagen y sus causas políticas. 

Para bien o para mal el poder del discurso culminó a tal grado, que escuchar un posicionamiento de algún político nos causa desagrado, en ipso facto viene a nuestra mente un sentimiento de rechazo ante una figura que para los ojos del país robó, saqueó y abusó del poder.  

Aunque dentro de los institutos políticos aún queden restos de humedad, de sobra se sabe que solamente estas participaciones son para consumo interno, la sociedad como la conocemos ya no acepta más un trillado político, la era actual exige nuevos tipos de interpelaciones. 

Pocos políticos lo han entendido, lamentablemente no son los jóvenes sino aquellos que han profundizado en las nuevas mecánicas de participación política. A la gente ya no se les llega con dos cuartillas, se les llega de frente, hablándoles con la verdad, sintiendo el roce de las palabras y el poder de la mirada del ciudadano de a pie. 

El poder del discurso terminó a principios del siglo, fue entonces cuando comenzó la transición a una nueva manera de ordenar y estructurar el mensaje, antes el vaivén, la entonación, el espacio para los aplausos era el orden perfecto, ahora ya no. Cada sector, cada grupo, cada persona tiene su tipo de lenguaje y el político a como le hablen, debe saber responder, de frente, con integridad y seguridad, con sabiduría y estructura en sus ideas, preparado para el debate e informado.

Ese es el nuevo poder del discurso, la herramienta política más valiosa de un candidato y un hombre de poder. Nos hemos equivocado pensando que un discurso solo son cuartillas con palabras bien entonadas esperando a ser escuchadas.

La nueva forma de hacer política nos obliga a replantearnos, a pensar si queremos ser escuchados, o es preferible escuchar primero. A tomar la palabra por asalto o darla a la ciudadanía.

La palabra ya no tiene dueño, la interlocución ahora es entre el gobernante y el ciudadano, entre el hombre de poder y quien otorga el poder en una simbiosis que empodera la comunicación.

Ya no podemos hablar de un único discurso, tenemos que hablar de los tipos de discurso, no solo los que se hablan, sino de los que se interpretan, de los que se inventan, de los que nosotros inventamos. De la palabra oral y la palabra escrita, de lo queremos decir y lo que no queremos pero de todos modos lo decimos.

Nos vemos en la próxima

Twitter: @MiguelVicenteR

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