Políticos obstinados.



No hay peor mal para un gobernante, que no darse cuenta que se está equivocando y no remediarlo.

En la historia, hemos escuchado narrativas de políticos que toda vez concluida su gestión hablan de lo que debieron haber hecho, de lo que les faltó y de los errores que cometieron pero que no tuvieron capacidad de enderezar en el camino. 

La inercia de la agenda de políticas y políticos a veces resulta tan importante que para ellos detenerse a replantear es tiempo perdido. Ad oc a la fabula del clavo y el caballo; señala este micro cuento que a un jinete se le señaló que la herradura de su caballo no traía un clavo; al cual este jinete por la prisa de llevar un mensaje importante al Rey hizo caso omiso, razón por la cual por un clavo se perdió una herradura, por una herradura, se perdió un caballo, por un caballo, se perdió una batalla, por una batalla, se perdió el Reino. Y todo por un clavo de una herradura.

Así pues, hemos visto como a muchos gobernantes se les ha intentado explicar algunos errores que cometen, que parecen simples, pero que son muy importantes; a lo cual declaraciones posteriores señalan estas personas que "no van a pasar de ahí" y que la "gente de todos modos va a hablar", que "es la oposición" o que son sus "enemigos políticos". Preocupante que no tengan en cuenta que una vez por la falta de un insignificante clavo en una herradura se perdió un reino entero.

En la actualidad, sobran funcionarios donde las acusaciones y los señalamientos en público no solo por su personal sino por la sociedad en general tal parece que no les importará, subestiman la opinión pública y siguen arriba de su caballo hacía adelante, sin reconocer sus errores, obstinados y orgullosos como si fuese un pecado reconocer alguna pifia, o algún error humano. 

Poco a poquito, clavo a clavito los errores de un político van llenando el saco de la indignación, del coraje, de la decepción por no aceptar sus posibles errores y provoca lo que ya conocemos, elecciones perdidas, mala aceptación pública y lo que es peor, desprestigio y un repudio hacia la política en general. 

Son ellos mismos que cegados por el poder que les representa la posición donde están se sienten todo poderosos y todo inteligentes, como si el puesto trajera consigo conocimientos superiores a los que poseían antes de ser lo que ahora son. 

Sin embargo se justifica, aunque pareciera increíble, errar es de humanos, y seducirse por el poder también. Por ello cada político y política debe ser sumamente inteligente, humilde y decoroso para reconocer todo lo que conlleva la nueva responsabilidad, y sobre todo debe rodearse de personas que le ayuden a siempre tener los pies en la tierra. 

A no dejarse llevar por la obstinación, la cerrazón y la locura del dinero y el poder.

Es de humanos equivocarnos, y es de políticos inteligentes aceptar que se equivocan.

Nos vemos en la próxima.

Twitter: @MiguelVicenteR








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